Quince años era el plazo que en 2015 la comunidad internacional marcaba para la consecución…
Redes sociales, un escaparate para hacer llegar la realidad medioambiental a los más jóvenes
La llegada de la web 2.0 y, por ende, el estallido de las redes sociales cambió por completo la forma que hasta entonces teníamos de consumir información. Los usuarios pasaban de ser agentes pasivos a ser creadores de contenido, dando lugar a una plataforma participativa basada en la interacción de los internautas. Surge, por tanto, una nueva forma de comunicarse, que estrecha la distancia entre emisor y receptor, frente a los medios tradicionales, y dota de mayor inmediatez al mensaje. Hoy, aplicaciones como Twitter, Tik Tok o Instagram concentran en su red a millones de usuarios de todo el mundo, convirtiéndose en herramientas muy potentes a la hora de hacer llegar un mensaje.
En lo que respecta a la información medioambiental, estas plataformas han logrado despertar el interés de las generaciones más jóvenes acerca de cuestiones tan importantes como el cambio climático, adoptando una perspectiva mucho más práctica y menos teórica que la que tradicionalmente ha acompañado a este tipo de informaciones. Así lo muestra el estudio elaborado por las periodistas Sara Acosta y Marta Montojo, “Evolución de la comunicación para la transición ecológica: Casos Prácticos”, publicado por la Fundación Alternativas. En él, las autoras apuntan como “la comunicación que están favoreciendo Internet y las redes sociales pone de relieve la necesidad de vincular estas cuestiones a sus efectos en la vida cotidiana, de traducirlos a elementos concretos y tangibles con los que las personas puedan gestionarlos, hacer algo con ello. Es, en última instancia, una llamada a la acción”.
Para explicar esta realidad, las autoras huyen de los tecnicismos y abordan la realidad medioambiental desde una perspectiva mucho más amplia y pragmática, dando voz a los protagonistas de diferentes iniciativas ambientales disruptivas, que nacen en el ámbito de internet y las redes sociales, los medios de comunicación, las ONG e incluso la cultura. De esta manera, los capítulos recogen brevemente algunos de los aspectos más relevantes de dichos proyectos, resultado de las entrevistas realizadas a quienes decidieron ponerlos en marcha. “La ciencia está cada vez más ocupada y preocupada en cuestiones que son capitales”, apuntaba Acosta durante la presentación del estudio.
Los bulos también afectan a la información medioambiental
El impulso de estas plataformas ha sido sin duda una ventana mediante la que mostrar cuestiones ambientales, siendo la emergencia climática la temática que copa la mayoría de las informaciones relativas a este asunto. En este punto, surge un reclamo unánime para evitar que ese aumento de contenido se pueda ver distorsionado por una falta de rigor o veracidad en la información proporcionada, que acabe repercutiendo negativamente en la confianza depositada por la audiencia. Por ello, las periodistas reclaman la necesidad de combatir la desinformación generada por las fake news, acrecentada durante el último año, a la vez que también plantean los retos que supone el denominado greenwashing o lavado verde de imagen. Una práctica de marketing engañosa con la que muchas entidades tratan de ocultar actividades perjudiciales contra el medioambiente, transmitiendo, por el contrario, su preocupación por este. Y es que, tal y como señalan las autoras “los temas ambientales se enfrentan a una dicotomía muy particular: el interés económico frente al interés de la protección ambiental”.
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