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Pensar dos veces antes de enviar un email, puede reducir tu huella de carbono

Los correos electrónicos también contaminan

Cada minuto se envían una media de 190 millones de correos electrónicos en todo el mundo, que contribuyen, silenciosamente, a seguir acrecentando la huella de carbono. La contaminación digital es una realidad que, pese a sus efectos nocivos, pasaría desapercibida, ante el desconocimiento que seguiría existiendo en torno al impacto que tendrían nuestras acciones en el mundo digital. El incremento en el volumen de datos en línea, llevaría a que la actividad digital pronto llegue a situarse por delante de la industria de la aviación, en lo que a emisión de gases de efecto invernadero se refiere.

Para entender cómo influiría el uso de las tecnologías de la información y la comunicación en el medioambiente, tan solo es necesario ver como una acción tan cotidiana como enviar un email, tendría como consecuencia la emisión de 4 gramos de dióxido de carbono a la atmósfera. Cifra que ascendería a 19 gramos en el caso de contener un archivo adjunto de un mega, pudiendo llegar incluso a los 50 gramos, si dicho adjunto se reenvía o archiva. Por su parte, cada correo almacenado produciría 10 gramos de CO2 al año. La suma de todas estas acciones conllevaría a que anualmente una persona genere 135 kg de CO2 solo con su email. A la producción de todo este conjunto de emisiones también contribuiría, una acción aparentemente inofensiva, como es que nuestra firma vaya acompañada de una imagen. El principal error que se comete a la hora de hacer un uso eficiente de la tecnología es pensar que todo lo digital es intangible y no depende de un espacio físico. Sin embargo, para que un correo electrónico llegue a su destinatario, este demandaría de la presencia de una serie de servidores que le ayudarían a culminar su viaje. Si los datos que se transfieren por Internet están divididos en paquetes de 1.500 bytes, aumentar el número de bytes de un correo al agregar datos adjuntos conllevaría a que se haga un mayor uso de energía. Y es que los servidores y centros de datos precisarían de un gran consumo eléctrico y de agua, que variaría en función del tamaño y la ubicación del centro de datos, así como del sistema de refrigeración empleado.

Cómo hacer un uso correcto del correo

El primer paso para minimizar el impacto que genera nuestra actividad digital, pasaría por empezar a no responder a correos que no lo precisan. Según un estudio realizado por la compañía de investigación Censuswide, en el que se analiza cómo influiría la sociedad británica en la contaminación digital, de media un británico enviaría 11,29 correos innecesarios a la semana. “Gracias”, “pasa un buen fin de semana” o “recibido” serían algunos de los mensajes más repetidos. A la irrelevancia de su contenido, se sumaría el hecho de que muchos de estos emails irían dirigidos a personas que se encontrarían a escasos metros del remitente, pudiendo transmitir dichos mensajes verbalmente. Eliminar aquellos correos que no sirvan, evitar por defecto “responder a todos”, en lugar de aquellas personas a las que es estrictamente necesario, anular la suscripción de las newsletter que no nos resulten interesantes o utilizar enlaces de descarga en vez de adjuntar los propios documentos serían otras de las acciones que contribuirían a garantizar un uso más eficiente de las tecnologías. De esta manera, lograríamos reducir nuestra huella de carbono, aprovechando ese coste más asumible que nos ofrece la digitalización, frente a los modelos tradicionales.

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