Las redes sociales y el auge de los influencers, ha cambiado por completo la relación…
La posverdad o realidad a gusto del consumidor
En la lucha particular por lograr anteponer la razón a las emociones, la experiencia nos revela como la subjetividad de estas últimas, diluye en muchas ocasiones hasta el principio más lógico. Somos seres racionales, sí, pero al mismo tiempo, ciertamente emocionales. Si bien, esta máxima respondería a una de las tantas otras propias del ser humano, la búsqueda por encontrar un equilibrio entre lo emocional y lo racional, se ve ocasionalmente frustrada por nuestra inherente condición humana. En otras palabras, el impulso intrínseco de las emociones se antepone en cierto modo, a la pausada y reflexiva condición de la razón. Emplazando este hecho al ámbito de la comunicación, la infodemia o sobreabundancia informativa a la que asistimos en estos días, ha dado lugar a un aumento de lo que conocemos como métodos heurísticos o atajos cognitivos, mediante los que buscamos dar una respuesta rápida a un determinado mensaje, partiendo de unos conocimientos limitados acerca del tema en cuestión. En este sentido, el receptor evaluaría en apenas unos segundos la información recibida, basándose principalmente en el grado de confianza depositada en la fuente emisora y en la sintonía del mensaje con su ideología. Una conducta que, a su vez, favorece la aparición de determinados sesgos cognitivos, como pudiera ser el de confirmación, por el cual, procesamos la información adaptándola a nuestras creencias, mientras que, de forma paralela, desacreditamos o infravaloramos aquellas referencias que la contradicen. La actitud desinteresada del receptor por comprobar la veracidad de la información incidiría directamente, en la aparición de fenómenos como la posverdad.
A finales del año 2016, el diccionario Oxford elegía el neologismo post- truth (traducido al español como posverdad) como palabra del año. El término, que ya había sido empleado anteriormente por el cineasta Steve Tesisch en un artículo escrito en 1992 (en el que reflexionaba acerca de la primera guerra del Golfo Pérsico) para la revista The Nation, englobaría un complejo proceso al que venimos asistiendo desde los últimos años, cuya singularidad reside en la predisposición del individuo a ser engañado, prevaleciendo sus emociones ante una información objetiva que se aleje de sus ideales. Pese a haber sido utilizado desde hacía décadas, fenómenos como el Brexit o la campaña electoral que erigiría a Donald Trump como presidente del Gobierno de los Estados Unidos, incrementaron en gran medida el uso de este término. En ambos procesos, para la opinión pública prevaleció el componente emocional frente a cualquier otro.
El poder de la posverdad
La actitud acrítica de quien consume la información, unida a las facilidades que nos brindan las redes sociales a la hora de difundir contenido a gran alcance, nos vuelve cada vez más proclives a estar desinformados. En el marco de la pandemia de la COVID-19, la proliferación de bulos y fake news se han convertido en un claro reflejo de la grave repercusión que puede llegar a tener compartir noticias, imágenes o vídeos sin comprobar previamente su veracidad. Para el que fuera director del diario español El MUNDO (2015-2016), David Jiménez, conseguir revertir esta situación requeriría de un arduo proceso reeducativo, que debería comenzar por impulsar el pensamiento crítico. “Es el triunfo de los mediocres: una pirámide que empieza en la escuela y que luego, a través del fomento de la mediocridad, va impregnando la sociedad, la política y los medios de comunicación”, apuntaba durante su entrevista para la revista Ethic.
Ante esa inclinación del individuo por una realidad moldeada a su gusto, el fenómeno de la posverdad ha afectado en cierta medida a los medios de comunicación. Según lo expuesto por el periodista, esta tendencia ha provocado que haya medios que a quien más teman sea a sus lectores más fidelignos, incidiendo negativamente en la calidad de la información.»La culpa es tanto de los medios que tienen que demostrar que se merecen el dinero de esa suscripción, como de esos lectores que no quieren información que sea incómoda, que sea verdad», destacaba.
En nuestras manos está sacar lo mejor de esta plétora informativa.
Muy buen artículo y de mucha actualidad. El gran problema es cuando estas postverdades son creadas por personas con gran poder e influencia y no por meros gamberros que los realizan con el fin de la gracia o notoriedad.