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Del dicho al hecho. Las empresas se interesan por la ética pero no llegan a incorporarla en su día a día

ética

En su dinámica tradicional, las organizaciones han trabajado siempre por ofrecer un producto o servicio para ser consumido por un público objetivo. A lo largo del último tercio del siglo XX empieza a gestarse en Estados Unidos una nueva corriente que introduce la ética en la cultura empresarial, haciendo que ya no solo sea importante el resultado final, sino también la forma en la que se llega a este. Es entonces cuando las empresas comienzan a fijar su mirada en sí mismas, en su comportamiento, trasladando la responsabilidad individual al ámbito de la organización. Pese a no ser nada nuevo, acontecimientos como el Watergete despertaron el interés de las organizaciones por generar un clima de confianza en la sociedad, acabando con la idea de que el fin justifica los medios y viendo en la ética el camino a través del que lograr ser más competitivas.

En los últimos años, las empresas han incrementado las acciones dirigidas a mejorar su impacto en la sociedad, tomando una mayor conciencia sobre ello, y desarrollando diferentes iniciativas que se enmarcan en el ámbito de la responsabilidad social corporativa. Sin embargo, el auge de la ética organizativa no solo sería fruto de una decisión adoptada por las propias compañías, sino que, a su vez, vendría influenciada por la propia ciudadanía, así como por los profesionales, quienes demandarían cada vez más “organizaciones con sensibilidad y capacidad para generar valor ético, como base esencial de la creación de valor social, ambiental y económico”. Una observación que se recoge en el estudio “El estado de la gestión ética en nuestras organizaciones”, elaborado por la Asociación Española de Directivos de Responsabilidad Social (DIRSE) y la consultora especializada en el diseño de herramientas para la integración de la ética en la gestión y la cultura corporativa, beethik.

Aunque el interés por la ética organizativa habría crecido exponencialmente, lo cierto es que muchas empresas seguirían fallando a la hora de hacer uso de ella. Tomando como referencia los datos recogidos por el citado estudio, mientras un 75% de las organizaciones incluiría la ética como un propósito, tan solo un 26% de las mismas dispondría de sistemas para integrarla en la toma de decisiones. Esta situación conlleva a que todavía a día de hoy exista una brecha importante entre lo que espera la ciudadanía y las acciones puestas en marcha por las empresas, ocasionando, según se apunta en el documento, que ninguna compañía sea considera ética y competente al mismo tiempo.

Pasos para implantar la ética en la empresa

Realizando un seguimiento por los pasos más importantes que intervendrían en el impulso de la ética empresarial, el estudio la presenta como un viaje hacia la organización que se quiere ser, recordando que no existen dos viajes iguales y que, como tal, cada empresa deberá ser la encargada de organizar y llevar a cabo el suyo. En ese camino hasta llegar al objetivo perseguido es fundamental involucrar a los profesionales, haciéndoles partícipes de este proceso y familiarizándoles con los valores éticos que se quieren alcanzar. Más allá de la voluntad, las empresas deben poner los mecanismos necesarios para evaluar cómo se está desarrollando ese viaje y lograr así, que la ética deje de ser un propósito para ser el elemento sobre el que se sustenta cualquier entidad.

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