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El edadismo oculto en nuestro lenguaje

Lenguaje edadista

El lenguaje es uno de los medios en el que el edadismo se presenta con mayor crudeza, a través de términos aparentemente inofensivos que, sin embargo, esconden una actitud discriminatoria.  Concienciar sobre los efectos que un uso inadecuado del lenguaje tiene sobre las personas mayores es el principal cometido del último proyecto impulsado por la Fundación La Caixa. Un glosario compuesto por las 45 palabras y expresiones edadistas más representativas y, para cuya elaboración, habría sido fundamental la participación de las personas mayores. El valor del proyecto reside en esa perspectiva reflexiva, que impregna todo el documento, a través de la cual, concepto a concepto, se trata de fomentar y sensibilizar sobre el buen trato a las personas mayores.

La discriminación por razón de edad, afecta a las personas en diferentes etapas de sus vidas, siendo los adultos mayores quienes más sufrirían sus consecuencias. En tal realidad reparaba la Real Academia Española (RAE), al incorporar a finales del pasado año a su diccionario el término edadismo. La institución lo definiría así: Discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas. En esta idea se centraría, a su vez, el glosario, que agruparía los términos según las tres formas más habituales en las que se manifestaría el edadismo: infantilización, despersonalización y deshumanización.  Todas ellas, partirían de una concepción estereotipada sobre la vejez, que ignora la heterogeneidad del colectivo y las múltiples realidades de quienes se encuentran en esta etapa.  Como consecuencia, las personas mayores verían mermada su autonomía y su capacidad de decisión, influyendo también en su participación en la sociedad, así como en su privacidad.

En lo que se refiere al lenguaje, las palabras y el tono afectarían en gran medida a seguir alimentando actitudes edadistas. Adoptar una postura infantil al entablar una conversación con una persona mayor, relegaría a esta a una posición inferior frente a su interlocutor, quien, por el contrario, se vería reforzado. En estos casos la persona más joven sería la que en todo momento llevaría las riendas de la conversación, ocasionando que la persona de mayor edad adopte un rol pasivo.  Tal y como se recoge en el glosario, este tipo de lenguaje estaría marcado por “una entonación exagerada, un tono de voz elevado, un registro sencillo, diminutivos como viejito o abuelito (o del nombre propio de la persona) de forma generalizada y posesivos como nuestros mayores o nuestros abuelos”. De hecho, el uso de pronombres posesivos para referirse a los mayores, estaría más que presente en noticias, estudios e, incluso, en el propio debate político. La pandemia habría aumentado el uso de este tipo de lenguaje, que implicaría una actitud paternalista, al verse impregnado de un tono afectivo, con un impacto negativo en el colectivo.

Despersonalización y deshumanización

La despersonalización, por su parte, haría referencia a ese trato homogéneo que recibirían las personas mayores, sin tener en cuenta tanto su singularidad, como sus necesidades o preferencias. En ellas se agruparían palabras como jubilado, abuelo, dependiente y, otras de un carácter más peyorativo como cascarrabias, improductivo o aburrido. Por su parte, la deshumanización, radicada en una falta de empatía, conllevaría al empleo de términos que cosifican a los mayores, y que irían en contra de su autonomía y crecimiento personal. En ella se incluirían palabras como momia o carca, pero también, frases como “no te quejes que tú estas bien” o “ya tienes una edad”.

Cambiar el lenguaje implica realizar un ejercicio de concienciación que permita identificar qué palabras y tono se ha de emplear para evitar que, de manera inintencionada, nuestras acciones den lugar a una discriminación.

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