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COP27: La Cumbre llega a su fin, sin grandes soluciones para la emergencia climática
A las puertas de que concluya la COP27, las esperanzas por alcanzar un gran acuerdo que logre revertir el cada vez más oscuro futuro que se nos plantea en lo que a la emergencia climática se refiere se diluyen, trasladándonos al mismo escenario en el que llevamos inmersos desde hace años. Uno en el que la falta de concreción y adopción de medidas para frenar los estragos del cambio climático, supone un riesgo notorio para todos los seres vivos que habitan la Tierra, siendo los países en desarrollo los que más sufrirían sus consecuencias.
La vigésimo séptima Conferencia de las Partes acogida por la ciudad egipcia de Sharm-el Sheik, y a la que, salvo una prórroga más que previsible, se pondrá fin mañana tras casi dos semanas de negociaciones, vuelve a convertir a la COP en un encuentro en el que abundan las palabras y apenas hay espacio para los hechos, dejando a medio cumplir el lema de esta edición: “Juntos en la implementación”. Con tal frase, la COP27 se encaminaba en la puesta en práctica de los acuerdos alcanzados en la cumbre del pasado año celebrada en Glasgow, más que en la búsqueda de nuevos pactos. Así, uno de los puntos que sí cumplirían con ese pase a la acción abanderado por esta Cumbre del Clima, aunque por el momento de forma muy superficial, sería el acuerdo alcanzado en torno a la puesta en marcha de la Red de Santiago, uno de los logros de la COP25 (Madrid), por la que los países más ricos se comprometen a prestar ayuda técnica al sur global. Sin embargo, esta cuestión, recogida en el capítulo “pérdidas y daños”, no sería suficiente para quienes ya sufren las consecuencias del cambio climático, siendo la creación de un fondo independiente destinado a proporcionar ayuda financiera a estos países, a fin de evitar, reducir o combatir los estragos ocasionados por la crisis climática, uno de los puntos en los que más se habría centrado la COP27 y que, al mismo tiempo, más discrepancias estaría generando entre los estados que defenderían esta alternativa y aquellos que abogarían por emplear otros mecanismos ya existentes. El temor a que su creación pueda derivar en cuantiosas reclamaciones futuras, junto con la exclusión de China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero del Mundo, de tener que sufragar las consecuencias del cambio climático, serían algunos de las razones en las que se escoraría la Unión Europea o Estados Unidos a la hora de frenar su constitución.
Siguiendo la estela de anteriores encuentros, la COP27 vuelve a señalar a los combustibles fósiles o, en otras palabras, al petróleo, gas y carbón, como los principales responsables del calentamiento global, siendo este punto otro de los que más fricciones generaría entre las naciones. Un problema que se habría visto agravado por la guerra en Ucrania y la crisis energética derivada de la misma, pese a que el pasado año la COP26 de Glasgow concluía con una declaración final en la que se aludía por primera vez a la reducción progresiva del uso del carbón, así como las subvenciones públicas a los combustibles fósiles. Sin embargo, pese a que la situación apremia a tomar medidas más drásticas, que permitan cumplir con lo acordado en la Cumbre de París de limitar la temperatura del país a 1,5ºC, un compromiso que parecería ser cada vez más inalcanzable de seguir con la trayectoria actual, la COP27 vuelve a posicionar a la gran cita en lo que pudo haber sido y no fue, postergando un problema para el que cada vez se ve más difícil solución.
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