Saltear al contenido principal

Acción política y conciencia ciudadana frente al reto de la soledad no deseada

soledad

La soledad no deseada supone un grave problema para las sociedades actuales y, aunque nadie estaría exento de sufrir sus consecuencias, las personas mayores o con diversidad funcional serían algunos de los colectivos más proclives a experimentar este sentimiento, que surge ante la percepción de que las relaciones interpersonales son insuficientes o no son de calidad. El aumento de la esperanza de vida y, por consiguiente, el incremento de las discapacidades sobrevenidas, facilitaría la confluencia de ambos factores. Al menos un 60% de las personas con diversidad funcional tendría más de 65 años. No obstante, “todas las personas en algún momento de nuestra vida nos encontramos solas”, exponía Beatriz Vega, coordinadora del Proyecto Soledad Cero y responsable del Área de Familias de Plena Inclusión, durante su participación en la tercera de las Jornadas de Soledad No Deseada organizadas por la Fundación ONCE, que en el día de hoy ponía el foco en la discapacidad y la soledad.  Apelando a la responsabilidad individual y colectiva, Vega destacaba la importancia de trabajar conjuntamente para erradicar la soledad, así como que los destinatarios de los proyectos participen en el diseño del mismo. «Las actuaciones tienen que ser combinadas de manera individual, grupal y comunitaria», exponía.

Promovida por la idea de realizar un diagnóstico de la soledad no deseada en nuestro país, a partir del que poder ofrecer soluciones a esta realidad, la Fundación ONCE presentaba en el año 2019 el Observatorio de la Soledad No Deseada (SoledadES). Un proyecto desde el que, según José Luis Martínez, director general de dicha Fundación, se buscaría “trabajar por la sensibilización, acompañamiento y atención a las personas que sufren la soledad y en especial a las personas mayores que sufren la soledad”. Entre algunos de los trabajos realizados hasta el momento, se encontraría un estudio en el que se muestra la percepción que tendría la sociedad española sobre esta realidad, que se constata como la ciudadanía sería cada vez más consciente de su gravedad. De hecho, un 92,8% de las personas encuestadas lo identificaba como un problema social de gran magnitud y un 87,2% creería que este sería un problema de especial relevancia para las personas mayores.

Una sociedad cuidadora frente a la soledad

Acabar con la soledad no deseada implicaría la colaboración de todos los actores que integran la sociedad, siendo la responsabilidad colectiva una cuestión prioritaria en este proceso. Conectando con esta idea, Pilar Villarino, directora ejecutiva del CERMI, apuntaba como si bien sería esencial visibilizar y dar voz a colectivos como el de las personas mayores o con diversidad funcional, tales acciones deben ir acompañadas de «incidencia política», recordaba Pilar Villarino, Esto es, en definitiva, situar a las personas en el centro de las políticas, que se diseñen, de manera que todos los grupos poblacionales se vean representados. El tránsito hacia una sociedad cuidadora es uno de los aspectos en los que más se ha de trabajar durante los próximos años, teniendo entre sus retos acabar con la soledad no deseada. La construcción de una sociedad entre iguales ha de partir de la idea de entender al ser humano como un ser interdependiente, reconociendo el importante papel que juegan las redes comunitarias en el bienestar de una persona.

Esta entrada tiene 0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba