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Los avances tecnológicos nos trasladan, casi sin ser conscientes de ello, a una realidad protagonizada por la inteligencia artificial (IA). Predictibilidad, eficacia, eficiencia o automatización son algunos de los beneficios asociados a la IA, no obstante, los cambios tecnológicos siguen despertando cierta aversión entre la población, ante el temor a sufrir posibles consecuencias adversas derivadas de su implementación. La revolución que estaría causando sobre el mercado laboral la introducción de nuevos modelos basados en la IA, hace que este sea uno de los campos donde su inserción generaría más rechazo.
El temor a ser sustituidos por un robot sería una de las principales razones que explicarían esta visión negativa que despertaría entre muchos trabajadores la tecnología. En los próximos años la inteligencia artificial será la principal responsable de la destrucción de un gran número puestos de trabajo, pero al mismo tiempo favorecerá la creación de otros muchos. A través de su Informe sobre el Futuro del Empleo (2020), el Foro Económico Mundial estima que, mientras en 2025 la automatización será la causante de la eliminación de 85 millones de puestos de trabajo, esta permitirá a su vez la creación de 97 millones de nuevos empleos. Por su parte, la Unión Europea cifra entre un 50% y un 70% el porcentaje de trabajos que se verán influidos en mayor o menor medida por dicha cuestión. Una transformación que no afectará a todos por igual, siendo los puestos de trabajo menos cualificados los que mayoritariamente se verán más afectados. Por sexos, la revolución digital podría generar mayores retos para las mujeres que para los hombres, acentuando cuestiones como la brecha salarial o la desigualdad de género.
La falta de representatividad y diversidad en los datos manejados por los algoritmos supone un riesgo a la hora de ver incrementadas las desigualdades entre colectivos. De hecho, en un estudio publicado hoy por la Fundación Alternativas, Inteligencia artificial e igualdad de género. Un análisis comparado entre la UE, Suecia y España, sus autoras, las investigadoras Lucía Ortiz de Zárate y Ariana Guevara Gómez señalan como derivado de este sesgo en los datos y en el diseño de los sistemas de IA, ocasionaría que determinados grupos poblacionales se vieran discriminados por razones étnicas, de orientación sexual o de género. En lo relativo a esta última, el estudio señala como “no solo se pueden perpetuar estereotipos que afectan el desarrollo de las mujeres, sino que también se pueden tomar decisiones sesgadas que las dejen al margen”. Una discriminación que, según Ortiz de Zárate, comenzaría en los humanos y que podría «verse amplificada» por las máquinas.
A fin de posicionar a la IA como una herramienta que favorezca la igualdad entre hombres y mujeres, las autoras destacan la necesidad de desarrollar una serie de protocolos específicos dirigidos a tal fin. En el caso de nuestro país, aunque las investigadoras creen que “España transita por la senda adecuada, todavía se encuentra lejos de otros países como Suecia”. En concreto, el país del norte de Europa habría desarrollado una serie de iniciativas específicas encaminadas a fomentar la igualdad de género en áreas como “la influencia y el poder, la educación, la distribución igualitaria de los cuidados y el trabajo no remunerado, la igualdad económica, la lucha contra la violencia de género, y el acceso y disfrute igualitario a la salud”, recoge el informe.
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