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El desconocido papel de la mujer en la ciencia

Las niñas apenas tienen espejos en los que mirarse. La falta de representación femenina en la ciencia hace que crezcan ajenas a la contribución de muchas mujeres en ramas como la Física, la Química o la Biología. Ante la ausencia de modelos femeninos en los que poder reflejarse, su vocación por las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) se ve en muchas ocasiones silenciada, alimentada por los sesgos que siguen relacionando a estas disciplinas con el género masculino. En el año 2015, la Asamblea de Naciones Unidas declaraba el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, orientado a fomentar la participación femenina en el campo científico y tecnológico desde la igualdad de oportunidades. Su objetivo no es tanto alentar a las jóvenes a cursar carreras STEM, como lograr que estas puedan verse atraídas por las mismas, reivindicando su papel en la ciencia y rompiendo las barreras que les impiden prosperar.

El acuciante déficit de mujeres en ciencias o ingenierías responde a un problema de base, que comienza a gestarse en la enseñanza y sigue desarrollándose a lo largo de la trayectoria profesional de aquellas que finalmente deciden apostar por ello. Mientras Albert Einstein, Thomas Edison o Isaac Newton gozan de un gran reconocimiento, los nombres de Rosalind Franklin, Lise Meitner o Katherine Johnson, siguen siendo para muchas personas grandes desconocidos, pese a sus innegables descubrimientos. Nombres, que se adhieren a una larga lista de científicas que durante años han permanecido invisibles a los ojos de la sociedad, y cuyas contribuciones fueron desestimadas o incluso reconocidas a sus compañeros de laboratorio. La historia ha ocultado los trabajos de grandes mujeres haciéndonos creer que no existían y dejando tras su paso un importante vacío de conocimiento. Los libros de texto son un ejemplo clarificador de la imperceptible difusión que se da a los trabajos realizados por mujeres científicas durante la enseñanza obligatoria. Así lo constata el estudio “Las mujeres que nos faltan”, elaborado por la investigadora Ana López-Navajas, en el que la autora revela como la aparición de científicas en las asignaturas de la ESO queda reducida a 7,5%.

Sin embargo, la enseñanza no solo es el único punto que explicaría esa ausencia de referentes femeninos en la ciencia. Y es que además de haber sido en muchas ocasiones ignoradas, las mujeres tienen que hacer frente a otros obstáculos durante su carrera laboral que impiden que gran parte de ellas lleguen a ser reconocidas por sus investigaciones. La COVID-19 se habría posicionado como un escollo más en las carreras de las científicas, habiendo repercutido negativamente en su producción, ante las dificultades para conciliar la vida laboral y familiar. Escollos que, en definitiva, nos ayudarían a comprender por qué solo tres de cada diez investigadores en el mundo son mujeres.

El efecto Matilda

Desde la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) han querido contribuir a romper estereotipos dando a conocer la labor de aquellas científicas que fueron invisibilizadas por el “efecto Matilda”, en honor a la activista del siglo XIX Matilda Joslyn Gage, quien denunció por primera vez que a las investigadoras no les eran reconocidos sus hallazgos. La campaña #NoMoreMatildas pretende devolver a las científicas al lugar que les corresponde y hacernos reflexionar sobre qué hubiera pasado si científicos tan ilustres como Alexander Fleming hubieran nacido mujer.

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