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Ciudades y viviendas tras el COVID-19: espacios sostenibles y saludables

Ciudades

La emergencia climática lo demandaba y hoy el SARS-CoV-2 lo confirma: un nuevo concepto de ciudad se antepone ante nosotros. Lo que en un inicio era considerado como un problema de salud pública, el paso del tiempo y, por ende, los estragos causados por la epidemia nos invitan a repensar no solo nuestro sistema sanitario, sino también los modelos urbanísticos que hasta entonces imperaban en la sociedad. Grandes urbes, como el caso Madrid y Barcelona, cuyo actual diseño respondería a los problemas de hacinamiento y salubridad que sacudieron a la población del siglo XIX. No es algo nuevo, las ciudades llevan reinventándose desde siempre para satisfacer las necesidades del ser humano. Así, mientras su remodelación habría estado orientada fundamentalmente a frenar la propagación de enfermedades infecciosas entre sus habitantes, cuestiones como la irrupción del automóvil en los años 60 y 70 del siglo pasado, también influyeron en gran medida en los tejidos urbanos. Si antes de la llegada del COVID-19 ya se planteaba la obsolescencia de dichos modelos urbanísticos, en los que el automóvil sigue primando en el espacio público, la actual situación revela la necesidad de llevar a cabo una reorientación de las grandes ciudades hacia un diseño más seguro y sostenible, con aceras más anchas, un mayor número de carriles bici y menos coches.

El auge de las enfermedades crónicas, estrechamente relacionadas con el aumento de la esperanza de vida, junto con la llegada de los antibióticos, ocasionó que poco a poco los países desarrollados centraran su atención en este tipo de afecciones. Sin embargo, tal y como expone el Premio Nacional de Urbanismo (2005), José María Ezquiaga, durante su intervención en el Método de RTVE, la COVID-19 ha hecho retrotraernos “al momento de la gestión de las grandes epidemias de peste, que se gestionaban así, con la cuarentena”.  Una cuestión, que a su vez habría incidido en la concepción que hasta entonces teníamos de vivienda. Así pues, según lo expuesto por el experto en arquitectura, el confinamiento podría haber ocasionado que muchas personas se hubieran replanteado hasta qué punto su residencia cumple con unos estándares aceptables en cuanto a tamaño, soleamiento o ventilación, “es decir las condiciones higiénicas más básicas, más sencillas”.

A fin de conocer el grado de satisfacción del ciudadano con su vivienda durante estos meses y como solución a los nuevos retos planteados por la pandemia, el Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha (COACM) lanzaba la encuesta “Pensar en Habitar” (activa hasta el 15 de junio). Un total de 54 preguntas, mediante las que se pretende ahondar tanto en las fortalezas, como debilidades de cada modelo de vivienda, así como de los espacios públicos más próximos. Y es que, en cierto modo el confinamiento nos ha hecho reparar en la importancia de contar con residencias polivalentes, que permitan ver al hogar más allá de un lugar en el que poder habitar. De igual manera, ha servido para devolver la popularidad a las terrazas o balcones, zonas de la vivienda que pasaron de ser un imprescindible a verse como una oportunidad para ganar en extensión y que, contra todo pronóstico se convirtieron en nuestro mayor respiro.

Ciudades en 15 minutos

Ante esta nueva forma de concebir las grandes urbes, aspectos como la densidad adquieren una gran relevancia. En este sentido, cada vez son más los que defienden la puesta en marcha de las conocidas como ciudades del cuarto de hora, uno de los proyectos más ambiciosos de la nuevamente elegida alcaldesa de la metrópoli parisina, Anne Hidalgo. Su particular novedad reside en garantizar que los habitantes puedan cubrir sus necesidades sin invertir más de 15 minutos en desplazarse para ello, ya sea a pie o en bicicleta. De esta manera, no solo se conseguiría reducir considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino que a su vez, permitiría impulsar el comercio local y favorecería la movilidad de los ciudadanos. Según su ideólogo, el arquitecto Carlos Moreno, la calidad de vida de las personas estaría regida por «dos componentes esenciales de la vida urbana: el tiempo y el espacio.»

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